¿Se acuerdan? ‘Piraña’ y Julia protagonizaron las vacaciones idílicas de los niños de hace treinta años. ‘Verano azul’, la serie de Chanquete y compañía, llegó a reponerse hasta ocho veces. Sus protagonistas rescatan las anécdotas del rodaje en Nerja.
Lleva dos horas sin fumar un pitillo, pero no se ha dado ni cuenta. María Garralón goza en este emotivo reencuentro que nos hace sentir a todos un poco mayores. Se cumplen treinta años de ‘Verano azul‘, la serie que nos enseñó que la fórmula de la felicidad es bien sencilla: un niño en pantalón corto y montado en bicicleta en una de estas benditas y doradas tardes de verano. En aquel 1981 ella no era ninguna niña, era una veinteañera que hacía de pintora en televisión. El niño era otro, Miguel Ángel Valero, hoy 40 años redondos, ingeniero, profesor de Universidad y padre de tres hijos. Miguel Ángel será en su casa, en la de todos sigue siendo ‘Piraña‘, el crío gordito y con pecas que por exigencias del guión se comió más bocatas de calamares de los que le apetecían.
María Garralón (Madrid, 1953) y Miguel Ángel Valero (Madrid, 1970), Julia y ‘Piraña‘ para los televidentes, rememoran aquel eterno e inolvidable verano en Nerja, el pueblo malagueño al que todavía peregrinan los fieles de la serie para fotografiarse con ‘La Dorada’, el barco de Chanquete.
Allí se instalaron el equipo de rodaje y los actores casi año y medio para grabar 19 episodios. Aquellas aventuras han sido las de los niños de media España, porque ¿quién no se acuerda?. A petición de V, Valero y Garralón vuelven a ver juntos el primer capítulo. Habría sido bonito reunir a todos -entre ellos mantienen aún el contacto y María enseña una foto que le mandó al móvil ‘Tito’ con su hija-, pero están repartidos entre Málaga y Madrid.
María se encuentra con Miguel Ángel y le besa como si fuese todavía aquel chiquillo de diez años. Arranca la melodía -silben, silben- y viajan a Nerja en el tiempo, treinta años… Entonces la tecnología era la que era y grabar un episodio exigía tres semanas de trabajo -hoy se tarda la mitad-: «Las escenas con las bicicletas eran cuesta abajo porque se rodaba con sonido en directo y para que se escucharan las conversaciones tenía que ir un coche delante con la cámara y el micrófono, pero en punto muerto para que no se colara el ruido del motor», recuerda divertida María Garralón.
¡Anda que no había hecho papeles!, pero ninguno le quitó el sueño como aquel. «Yo no sabía andar en bici, así que estuve entrenando unos días antes». Fue escuchar el ‘se rueda’ y cruzarse los más pequeños por delante. Acabó estrellándose contra las tomateras, que las había a montones por el pueblo.
Por allí rondaba cuando no le vigilaban ‘Tito’ (Miguel Ángel Joven), el más pequeño de la cuadrilla, ocho años aquel verano. «Un día desapareció y nos empezamos a preocupar. Lo encontramos camino de su casa, con una buena indigestión porque había estado comiendo un montón de tomates mientras esperaba su escena».
‘Tito’ era vecino de Nerja y antes de dar con aquel chiquillo resabiado, que se convirtió en actor de la noche a la mañana, probaron con otros dos. Pero ninguno le convencía a Antonio Mercero, director y alma de ‘Verano azul‘, que entonces se acordó de ese chaval rubio tan ‘salao’, el hijo del tipo del chiringuito. Ya habían encontrado un amiguito a ‘Piraña‘.
La noche y el día. «A este (Miguel Ángel) te lo comías a besos, llegaba a rodar cada mañana y decía: ‘buenos días, ¿cómo estáis?’, era muy educadito, pero ‘Tito’ era más arisco. Si rodaba él una escena nos tenía a los demás como velas, no se podía mover ni san Pedro, pero en tus secuencias hacía todo lo posible para distraerte y que se te fuera la letra». Así que el chiquillo se llevó más de una reprimenda. ‘Piraña‘, no. Ni chistaba y si había que repetir mil veces la escena del bocata se repetía, aunque el pobre estuviera a punto de reventar y achicharrado. «Yo era muy blanco y como tenía michelines acababa a rayas rojas y blancas. Un señor venía siempre detrás de mí con una sombrilla, como si fuera una estrella de Hollywood».
Sentado en su despacho de la Universidad Politécnica de Madrid, donde imparte clases, cuenta Miguel Ángel Valero con alivio que sus alumnos no habían nacido cuando él era una estrella de la tele: «Pero al finalizar el curso me tengo que hacer fotos con sus padres».
Se ha hecho una cuantas. Una de las últimas, con Marc Gasol. «Estaba en Cádiz con la familia y nos alojamos en el mismo hotel que la selección española de baloncesto. Estábamos cargando las maletas en el coche y ellos volvían de entrenar. Entonces salió un señor del hotel y me dijo: ‘Si no le importa, a Marc Gasol le gustaría hacerse una foto con usted’. Y mi hijo de siete años esperando a ver si podía fotografiarse con Ricky Rubio…».
Miguel Ángel no niega una foto, pero hubo un tiempo en que era una lata. «Iba camino del cine con mis padres y siempre llegaba tarde porque aparecía algún bienintencionado con una libreta y hasta que no firmabas en la pasta de cartón no te soltaba». Claro que luego los niños le invitaban a palomitas y en los restaurantes le daban dos filetes. Le conocían aquí… Y allá. «Un amigo periodista estuvo cubriendo la guerra en Sarajevo y contaba que lo primero que identificaban de España allí era ‘Verano azul‘».
En nuestro país se ha emitido ocho veces (en TVE y autonómicas) y seis en Portugal. También la han visto en Argelia, Croacia, Checoslovaquia, Bulgaria, Polonia -«allí quitaban las escenas donde se veía el crucifijo detrás del alcalde»-, Francia, Angola y Latinoamérica.
Firma junto a la Reina
Pero de todos los abrazos que se han ganado, de todas las felicitaciones… dos muy especiales, las de los niños víctimas de atentados de ETA a los que, de alguna manera, procuraron un poco de consuelo. En 1982, en pleno auge de la serie, María Garralón estaba haciendo un bolo en San Sebastián y leyó en el periódico que a Alberto Muñagorri, el chaval de diez años herido por una bomba de ETA, lo que más le gustaba ver en la tele era ‘Verano azul‘. Y fue a visitarle. Nueve años después de aquello, la banda terrorista destrozaba otra infancia, la de Irene Villa (12 años). «Mi abuela estaba ingresada en el mismo hospital que Irene y mi madre me dijo: ‘¿Por qué no te acercas a verla?’. Le conté batallitas y me pidieron que firmara en el libro de honor… ¡al lado de la Reina!», recuerda Valero.
Ya fuera del hospital, la madre de Alberto Muñagorri contaba a los periodistas cómo ha sido la vuelta a casa. «Normal, esperando a ver el capítulo de ‘Verano azul‘», el de la despedida de Chanquete. María Garralón recuerda la escena y se vuelve a emocionar: «’Tito’ empezó a llorar al mirarme». La muerte de Chanquete resultó un drama colectivo, pero una liberación para su protagonista, Antonio Ferrandis, actorazo curtido en mil escenarios que llegó a maldecir la fama que le acarreó el viejo pescador. Porque el público adoraba a Chanquete, pero a Ferrandis apenas le contrataban después de aquello: «Estaba hasta la gorra», dice María. A ella también le costó deshacerse de su papel… «Ahora me llaman ‘Julia Romerales’» (por ‘Farmacia de guardia’). Pero aún así se vuelve: «¿Cómo no? La serie me ha dado muchas alegrías, quizá no profesionales, pero sí personales». Y anécdotas como para escribir un libro. Pero va siendo hora de salir a fumar un cigarro…
Fuente: DiaroVasco
YOLANDA VEIGA